La
hipoteca inversa es un producto financiero que permite a los mayores de sesenta y cinco años o a los dependientes cambiar su piso o vivienda por una renta única o una renta periódica y seguir viviendo en su casa hasta su fallecimiento. El caso es que el Gobierno español se decidió a regularla en la
ley hipotecaria que entró en vigor el pasado mes
de diciembre, justo en el momento en que la crisis inmobiliaria empezó a hacerse tangible y, obviamente, una vez que la crisis ha explotado, la hipoteca inversa tiene todas las papeletas para convertirse en uno de los productos financieros más perjudicados por la misma.
Desde luego
las expectativas que despertaron las hipotecas inversas
no se han cumplido. Los
registradores de la propiedad ya han señalado en diversas reuniones y congresos que, aunque todavía no hay estadísticas acerca del número exacto de hipotecas inversas constituidas en bancos y entidades financieras, la cifra es prácticamente nula. Las personas mayores jubiladas, a pesar de disponer de poco dinero, no han querido convertir sus viviendas en billetes. Y todo ello a pesar que la nueva ley hipotecaria disminuía los costes de transacción, la dotaba de más seguridad jurídica y legal, y la declaraba exenta del impuesto de actos jurídicos documentados.